Su lectura es amena y con un lenguaje asequible a los lectores de esta
edad; eso no significa que el autor utilice un lenguaje infantil, sino que se
mantenga una literatura simétrica donde no se olvide ni la condición de adulto
como escritor ni la del niño como lector.
El libro refleja una
realidad que se mantiene desde hace años, vista desde los ojos de un niño; un
niño que además presenta unas dificultades añadidas: “el silencio”; todo ello sin caer en
el pesimismo ni en el drama fácil.
La historia nos hace
reflexionar sobre el valor y la importancia de las cosas materiales, del amor y
del tesón.
Sus ilustraciones hacen al libro aún más atractivo, dándole
una personalidad a la historia que no choca con la que cuenta el escritor.